Reflexiones a mitad de camino

6 meses en una ciudad dan para mucho. Ya te mueves sin dificultad en todos los medios de transporte, puedes comparar precios en los supermercados, conoces a gente de allí, bares, restaurantes... Yo en este tiempo he visto muchas cosas que han captado mi atención pero bueno, sabéis que soy de pueblo y además fácilmente impresionable.

Como en todas las capitales en la vía pública como peatón, eres invisible. Da igual que esté tu semáforo en verde, que haya un paso de peatones y que hayas mostrado la intención de cruzar, si viene un coche, él siempre tendrá preferencia. Aunque realmente el semáforo del peatón no es verde, aquí el monigote es blanco y casi desde que aparece está parpadeando. Otra cosa rara es que los semáforos antes de cambiar de rojo a verde pasan por el ámbar, pero eso ya lo había visto en Inglaterra.

Las autopistas del conurbano suelen tener bastantes carriles y la circulación, si no es hora pico o te encuentras con un piquete o accidente, suele ser fluída. Hasta ahí no hay nada extraño. Lo que me resulta asombroso es el jaleo que se forma en los peajes, que aun teniendo unas 10 ventanillas en cada sentido siempre hay colas. Y lo mejor de todo es que cuando se forman las filas de coches, y estás parado más de 2 minutos todos los coches empiezan a pitar y se tienen que abrir las barreras, por ley. A nosotros nos pasó una vez y justo en el momento de pasar la barrera bajó y tuvimos que pagar los 4 pesitos de rigor.

He aprendido que para ir al supermercado tienes que ir sin prisas y con mucha paciencia. Sobre todo los días del jubilado, cuando las colas se abarrotan de señoras que revisan hasta el último centavo de su cuenta y presentan todo tipo de tickets descuento que ya me gustaría a mi saber cómo los consiguen. También está el día de las tarjetas de débito y el de las de crédito. Y bueno, del hecho de que te pregunten si un pago de 100 pesos (20 euros) lo quieres pagar en cuotas ya hablaremos otro día...

Tengo entendido que cada edificio es el responsable de mantener su trozo de acera en buen estado. Bueno más que el edificio, la comunidad de vecinos. De ahí que haya tramos en los que las baldosas están sueltas y vas jugándote la vida a cada paso. Además como haya llovido te salpicas enterita. Me recuerda a la gaditana calle Sacramento cuando iba yo a la universidad... Ah! Otra costumbre que tienen los encargados de los edificios por aquí es el regado matutino. Sí, muy higiénico y tal pero cuando te mojan los pies ya no te parece tan buena idea.

En la mayoría de los edificios el interfono, portero o telefonillo está de adorno. Es cierto que te vale para saber quién te llama y hay veces que hasta lo puedes ver en la tele si tienes el canal sintonizado, pero lo que viene siendo el botón para abrir la puerta... ¡no funciona! Si tienes un encargado buena gente y disponible las 24h pues no pasa nada, él abrirá la puerta si tú lo autorizas. Otra cuestión es que desde dentro del portal no se pueda abrir la puerta si no es con llave. Muy útil desde el punto de vista de la seguridad pero un coñazo si cada vez que tienes visita has de bajar a abrirle cuando se marchan.

Y bueno, que en los restaurantes te invitan obligatoriamente a dejar propina es algo a lo que no me acostumbro. Tampoco a que un desconocido me deje subir al bus primero aunque haya llegado la última. Y que paseando por la calle te digan 'me matás con esa sonrisa' creo que me sorprenderá siempre. Ya véis que quitando que el agua de los desagües gira en el sentido de las agujas del reloj y que la luna creciente tiene forma de C, no hay tantas diferencias... ¿o sí?

Lola.-

1 Response to "Reflexiones a mitad de camino"

  1. Alejandro Díaz Torres Says:

    Hombre, con tu sonrisa matas también por aquí :P

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