De profesiones curiosas y otros inventos: el paseador de perros

Existe una figura que aunque quiera no puede pasar desapercibida cuando caminas por los parques de Buenos Aires y esa es la del paseador de perros. Esa persona que intenta salir a flote en un mar de correas, que dirige con maestría a una jauría de perros ansiosos por comerse la calle, que aguanta el tipo en las heladas mañanas de julio...

Generalmente el paseador de perros no hace distinción: igual lleva labradores, que caniches o chihuahuas, pero lo que nunca falla es el elevado número de animales que pasea. Con un mínimo de 6 y un máximo de 14 (visto hasta el momento) este personaje se maneja hábilmente con los cánidos imponiéndoles pacíficamente el camino a seguir.


También es admirable el comportamiento de los canes, que aguantan ser arrastrados en contra de su voluntad en medio de una marabunta de patas, hocicos y rabos. Cómo se acostumbran a caminar en grupo y llevarse bien con compañeros tan dispares es un misterio para mí. Es evidente que ellos preferirían estar trotando alegremente por el parque, persiguiendo pájaros o ardillas pero de alguna manera disfrutan del garbeo matutino con su paseador.

Y bueno, el rastro que dejan estos adorables animalitos por el camino es algo con lo que no quiero ensuciar esta entrada, así que me voy despidiendo hasta la próxima.
Lola.-


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